Derecho Humano a la Educación | Horizontes y sentidos en la pospandemia
Nelsy Lizarazo Castro
Lunes, Noviembre 23, 2020
Foto: Archivo

La Campaña Latinoamericana por el Derecho a la Educación (CLADE), es una red plural de organizaciones de la sociedad civil, con presencia en 19 países de América Latina y el Caribe, que impulsa acciones de movilización social e incidencia política para defender el derecho humano a una educación transformadora, pública, laica y gratuita para todos y todas, a lo largo de la vida y como responsabilidad del Estado.

En el contexto de pandemia y en el marco de su XI Asamblea Regional, la CLADE está promoviendo debates y reflexiones que contribuyan al fortalecimiento de sus acciones y a la profundización de una agenda que amplíe los límites que las narrativas del miedo, la resignación, la crisis o el mito tecnológico, entre otras,  pretenden imponernos. Las líneas que siguen son apenas algunas pinceladas de una agenda que estamos construyendo como tiene que ser: en colectivo.

Tres puntos de partida

Aunque son muchos los acuerdos que implícita o explícitamente sostienen hoy los múltiples diálogos, debates y propuestas en torno al derecho humano a la educación, hay tres que quiero destacar como punto de partida:

  • La pandemia ha arrojado luz sobre las desigualdades e inequidades existentes y las ha dejado a la vista de todos. Las escandalosas brechas que la pobreza generada por un modelo depredador y violento en múltiples sentidos, invisibilidades y argumentadas al punto de su naturalización, se han evidenciado en su crueldad y cualquiera que quiera salir, aunque sea un poco, de los márgenes del sentido común, las puede ver: millones de personas que, en nuestro continente, no han tenido la posibilidad de continuar su trayecto educativo, familias que no han logrado acompañar los aprendizajes escolares de sus hijos e hijas porque ya antes no tuvieron oportunidades educativas, los más pequeños sin alternativas de protección no solo de su derecho humano a la educación sino de protección integral de todos sus derechos, docentes pagando de su propio salario dispositivos y conectividad para cumplir con su trabajo con herramientas desconocidas. La lista es larga y, desde cada lugar y experiencia, puede completarse. Sin embargo, todo lo que se incluya en ella, ya existía antes de la pandemia.
  • La pandemia, pero sobre todo las condiciones de precariedad pre existentes, no solamente en términos económicos sino también políticos, han tenido un impacto profundo sobre las brechas en el ejercicio del derecho humano a la educación: los niveles de acceso logrados especialmente en las últimas dos décadas han retrocedido de manera preocupante, los índices de violencias contra mujeres, niños y niñas han aumentados, el trabajo docente se ha precarizado, la inversión en educación ha disminuido, la capacidad de respuesta adecuada de los sistemas públicos de educación se ha debilitado, la carga de trabajo de las mujeres se ha triplicado. Todo lo anterior, sin mencionar todos los demás derechos humanos vinculados con el derecho a la educación, también vulnerados.
  • La educación es importante, la escuela es necesaria, los docentes son indispensables. Afirmaciones que parecerían obvias, comienzan a reafirmarse en el discurso cotidiano, a situarse como necesidades y urgencias, a reclamarse como el derecho que configuran. Y esto no es menor: abre la posibilidad de volver a poner en disputa ya no la importancia, ni la necesidad sino el sentido de la educación que quiere y se requiere.

Horizontes que se amplían

Así como no son nuevas las desigualdades existentes en el ejercicio del derecho humano a la educación, tampoco lo son los horizontes que nos han desafiado y nos han hecho caminar desde hace décadas. Sin embargo, la situación que estamos viviendo podría traer contigo la “tentación” de reducir nuestras aspiraciones, conformarnos con menos, imponernos límites. Es necesario, creo, no sucumbir ante ella y, por el contrario, ratificar y ampliar los horizontes de lucha y propuesta que son muchos. Destaco aquí apenas los siguientes:

  • La defensa de lo público como el lugar del ejercicio pleno de todos los derechos y, en particular, del derecho humano a la educación; del Estado como garante de derechos, de todos los derechos. La exigencia de financiamiento doméstico suficiente para la educación y, por tanto, de justicia fiscal y no endeudamiento, para invertir (no gastar), lo que se necesite invertir en cada uno de nuestros países para asegurar oportunidades para todos y todas. La bandera de la educación pública, gratuita, laica a lo largo de toda la vida, debe levantarse aún más alto.
  • La intersectorialidad de las luchas y de las políticas, como estrategia indispensable para que todas las agendas de transformación sean posibles. Es tan necesario exigir políticas estatales que articulen economía con salud, educación, soberanía alimentaria, trabajo digno, agua, conectividad soberana, para todos los territorios y poblaciones, como intersectorializar las luchas de los movimientos sociales. También desde abajo es urgente intersectorializar agendas: nuestros derechos son interdependientes, las situaciones de inequidad y desigualdad se intersectan en los mismos cuerpos, es urgente que intersectemos también nuestras luchas. Aquí el derecho humano a la educación, como habilitante y sinérgico, puede jugar un rol catalizador fundamental.
  • La participación como camino. Una vez más, se hace evidente que la voz y la propuesta activa desde la diversidad de los territorios trae consigo saberes, experiencias y conocimiento concreto indispensables para la construcción de alternativas pertinentes y sostenibles en los diferentes contextos. Por supuesto, una participación informada y comprometida que, a su vez, nos devuelve al rol de la educación: solo una educación crítica hace posible ciudadanías activas y propositivas.

Narrativas en disputa

La historia no solo no se detiene, se acelera. En esa aceleración, las narrativas dominantes se adaptan rápida y funcionalmente al sostenimiento de lo establecido, fortaleciendo lo que Giroux llama sus “máquinas de desimaginación” y con ellas, los límites que nos impiden pensar más allá de lo establecido.  Pero, también en esa aceleración, emergen nuevas subjetividades, miradas, comprensiones y las narrativas de la creación, la transformación, la humanización de nuestras vidas y de un más que merecido mundo mejor, ganan terreno. Son narrativas en disputa y la del derecho humano a la educación, es una de ellas.

Para terminar estas “pinceladas”, quiero proponer tres verbos como sostén de nuestras narrativas pedagógico políticas:

  • Desnaturalizar: desacomodar el sentido común y la creencia en “lo dado”, que niega la intencionalidad humana y la capacidad transformadora de la historia que tenemos como individuos y como pueblos. Nada es natural en nuestras sociedades ni en nuestras realidades: todo es transformable.
  • Develar: la raíz de las desigualdades, las inequidades, las violencias. Los intereses detrás de las políticas. Los poderes detrás de las decisiones. Pero también la riqueza de nuestros pueblos, las capacidades creadoras e imaginativas, el ingenio propositivo, la permanencia de nuestras aspiraciones.
  • Esperanzar: desde el lugar de la pedagogía crítica, esa que sabe que para transformar el mundo es necesario comprenderlo y que, cada ser humano, es capaz de las dos cosas.

* Coordinadora General de la Campaña Latinoamericana por el Derecho a la Educación (CLADE)