La semana que viene Alberto Fernández mostrará sus primeras cartas como presidente electo en materia internacional. Primero, el lunes, cuando se encuentre en el DF con el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y la segunda oportunidad será a partir del viernes, cuando arrancará el segundo encuentro del Grupo de Puebla, un agrupamiento de líderes progresistas que se reunirá en Buenos Aires. En un momento de convulsión regional y de crisis de los modelos neoliberales, el presidente electo dará los pasos iniciales en su idea de recuperar aquella idea de integración que hace no mucho sirvió para crear organismos como la Unasur y la Celac, hoy abandonados.

Cuenta la leyenda que López Obrador no tiene pasaporte. Sus viajes al exterior en los últimos años se cuentan con los dedos de una mano. Recientemente, por ejemplo, no asistió ni a la asamblea de las Naciones Unidas ni a la cumbre del G20. Pero eso no quiere decir que no tenga posturas nítidas en materia de política exterior. Quienes lo conocen aseguran que esas posiciones son muy similares a las que sostiene Alberto Fernández. Por eso ambos desean encontrarse. Se iban a reunir durante la campaña, pero López Obrador prefirió retrasarlo para cuando Fernández fuera presidente electo para cuidar las formas diplomáticas.

En principio, Alberto Fernández viajará el viernes junto a quien todo indica que será su canciller, Felipe Solá, para ser recibidos por López Obrador el lunes en el Palacio Nacional. Será el primer viaje al exterior del presidente electo, con lo que enviará señales en diferentes direcciones. Una, obvia, a Brasil. Tradicional primer destino de los presidentes argentinos -y viceversa-, Fernández lo pasó por alto porque la relación con Jair Bolsonaro va de mal en peor. El brasileño fue de los pocos presidentes que no lo felicitó por el triunfo, furioso por su militancia a favor de la libertad de Lula. Ayer le dedicó un nuevo mensaje (ver recuadro). México y Brasil, por otro lado, son los países que se tradicionalmente se disputan el liderazgo en Latinoamérica. También será una señal para Estados Unidos: Alberto Fernández mostrará su intención de volver a fortalecer la integración regional y no apostar a los vínculos bilaterales, como es del gusto de Washington.

Como le pasa a Alberto Fernández, a López Obrador le disgusta la postura del Grupo de Lima sobre Venezuela. De hecho, México dejó de asistir a los encuentros de ese grupo desde enero pasado. AMLO, como se lo conoce en su país, defiende a rajatabla el principio de no injerencia en los asuntos internos de otros países y plantea el diálogo como la salida al entuerto venezolano. El presidente electo de Argentina coincide plenamente con esa idea. Ambos se niegan a calificar al gobierno de Nicolás Maduro como una dictadura, como presiona el Departamento de Estado.

A la vuelta de su viaje, en Buenos Aires, se realizará el segundo encuentro del Grupo de Puebla. El primer capítulo en julio pasado, justamente en la ciudad mexicana de la que tomó el nombre. En aquella ocasión estuvieron Solá, Jorge Taiana y Carlos Tomada como representantes del peronismo. Ya hay confirmados unos 25 participantes para el evento que se realizará el 8, 9 y 10 de noviembre en el Hotel Emperador. Entre quienes viajarán habrá ex presidentes como Dilma Rousseff, Fernando Lugo, Ernesto Samper y Leonel Fernández, y se espera que también pueda hacerlo el vicepresidente boliviano Alvaro García Linera. Los integrantes del Grupo de Puebla mantienen un activo chat de WhatsApp en el que discuten todos los temas de política regional y les permite sacar comunicados sobre los temas de actualidad. Así, fueron de los primeros en salir a reconocer el triunfo electoral de Evo Morales. 

Desde el Grupo desmienten a quienes desde la derecha regional los acusan de buscar desestabilizar gobiernos promoviendo movilizaciones como las que ocurrieron en Ecuador y Chile. "No hay nada conspirativo ni nada oculto en el armado del Grupo de Puebla. Nuestro objetivo es ayudar a la unidad del progresismo en la región", explicó el ex senador chileno Marco Enriquez-Ominami, quien viene trabajando en la organización del encuentro y ayuda a Alberto Fernández en el armado de su agenda exterior.