Quizá el haber logrado que representantes del gobierno de Nicolás Maduro y de la oposición guionada y financiada por Estados Unidos se sentaran en una misma mesa ha sido un logro de la diplomacia noruega, pero el problema mayor era lograr que las conversaciones se mantuvieran y se lograran aprobar acuerdos que sirvieran de salida a la crisis venezolana. Pero la instancia se agotó ante la intransigencia de las posiciones.
Las experiencias anteriores indicaban que las conversaciones suelen avanzar hasta el momento de llegar a acuerdos: los sectores más radicalizados de ambas posiciones suelen controlar la imagen pública del conflicto y de las negociaciones o la mano de EEUU impide, como en República Dominicana en 2018, que la oposición firme el acuerdo consensuado previamente.
Lo que extrañó es que la Unión Europea haya elegido (antes de las elecciones parlamentarias del domingo) al hispano-uruguayo Enrique Iglesias, para ser su “asesor especial” para Venezuela. Según la representante para la Política Exterior de la UE, Federica Mogherini, “apoyará el trabajo de la UE y del Grupo Internacional de Contacto para ayudar a promover una solución pacífica y democrática a la crisis en Venezuela, a través de elecciones libres y justas”.
Iglesias, economista, político, excanciller conservador uruguayo y quien fuera presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID, primo hermano del FMI) entre 1988 y 2005 y primer Secretario General Iberoamericano, intentará desplazar (¿o se unirá?) al estadounidense Elliott Abrams, también político y ex diplomático, y sirvió como “asesor” a los gobiernos de Ronald Reagan, George W. Bush y aún sirve a Donald Trump.
Dentro de las funciones que deberá asumir el nuevo asesor de Mogherini y la UE, está la orientación y encauzamiento de las posibles estrategias a usar para lograr la consolidación de la paz y la resolución de conflictos entre los actores políticos que hacen vida en suelo venezolano. Iglesias tiene excelentes relaciones con la derecha latinoamericana.
Las delegaciones gubernamental y opositora cumplieron este martes su segunda jornada de diálogos en Oslo aferradas a sus posiciones iniciales. El opositor Timoteo Zambrano propuso avanzar en las negociaciones por medio de acuerdos parciales, que deberían comenzar por “la designación de un nuevo Consejo Nacional Electoral, sacar del desacato a la AN, la incorporación del oficialismo al parlamento y la votación de un estatuto electoral”.
Mientras proseguían las conversaciones de Oslo, que fracasaron cuando los opositores exigieron la salida inmediata de Maduro, el cardenal venezolano Baltasar Porras se reunió en el Vaticano con Elliott Abrams y Pietro Parolín, para estudiar las formas de canalizar el aporte de ayuda de EEUU de ayuda y la necesidad de que Washington adopte una posición más cercana a la de la Unión Europea.
La “diplomacia” estadounidense sigue con sus agresiones y fracasos. El martes intentó boicotear la sesión de la Conferencia de Desarme de la ONU presidida por Venezuela. El representante de EEUU, Robert Wood dijo que no quería “darle credibilidad y legitimidad al gobierno del presidente Nicolás Maduro”. Jorge Valero, presidente de la Conferencia, destacó que Wood se había retirado solo y que la reunión había proseguido sin su presencia.
Oslo y el odio político
No está claro cuántas veces se reunieron en Oslo las dos partes ni cuándo comenzaron, pero se anunció (no oficialmente) una nueva reunión entre representantes del gobierno y la oposición, en busca de evitar que las filtraciones sobre lo tratado sirvan de excusa para torpedear los esfuerzos, dado que tanto desde el oficialismo como desde los distintos sectores de la variopinta oposición hay sectores que promueven (o se sienten más cómodos) el conflicto.
La oposición venezolana es un nido de grillos, todos contra todos y el autoproclamado presidente interino Juan Guaidó aparece cada vez más devaluado y recibiendo críticas por su “capitulación”. El problema mayor es que la oposición no ha logrado consensuar una hoja de ruta común ni convocar a las masas, e insiste en la desestabilización interna permanente y el terror callejero.
El proceso de refragmentación opositora (y su falta de ideas) hace que el camino le sea trazado desde Washington, donde la solidez de los halcones de Donald Trump (Marcos Rubio, John Bolton, entre otros) trastabilla ante los sucesivos fracasos en los últimos cuatro meses: autoproclamación, intento de invasión bajo el paraguas de la “ayuda humanitaria”, golpe frustrado, pérdida de cómplices/aliados en Latinoamérica y Europa, entre otros.
Para los analistas occidentales es toda una incógnita cómo el bolivarianismo sigue en pie y arriesgan a señalar que las sanciones, bloqueos, pirateos de EEUU y sus cómplices, sumados a los sucesivos errores de Guaidó, sólo han atornillado más al gobierno de Maduro, a pesar de la grave crisis económica y social.
El vicepresidente estadounidense Mike Pence se mandó otra bravata contraria a las conversaciones de Oslo: “para Maduro el tiempo del diálogo se acabó”, dijo. Pero el Departamento de Estado dijo que la oposición iba a Noruega a negociar las condiciones para que Maduro abandone el poder, coincidiendo con la muletilla de Guaidó del cese de la “usurpación”.
A Noruega no ha concurrido toda la oposición sino principalmente Voluntad Popular (a la que pertenecen Guaidó y Leopoldo López) y un ala de Primero Justicia, que dirige Gerardo Blyde, fieles a los dictados de Washington. Sin el visto bueno de EEUU, la oposición no se hubiese atrevido a ir a Noruega.
Mientras, EEUU, enredado en la guerra comercial y tecnológica con China, las amenazas y acercamientos consecutivos a Irán, las controversias con Europa acerca de Cuba, entre otros muchos conflictos adelantados por Trump, trata de minimizar los daños de su –por ahora- fracasado intento de “cambio de régimen” en Venezuela.
Algunos sectores de la oposición –quizá porque no siguen siendo tan favorecidos por el financiamiento estadounidense- instalaron en el imaginario colectivo venezolano la idea de que conversar con el oficialismo significa una capitulación inaceptable y esgrimen la tesis de que la única solución es la salida de Maduro. Con ese imaginario impuesto, cualquier otra solución que se logre en una negociación será un fracaso.
En un proceso de negociación, los mediadores saben que estos resquemores son normales y muchas veces son sólo por la galería, para no perder acólitos. De acuerdo a fuentes noruegas, el acercamiento entre las partes había comenzado antes del frustrado golpe de Guaidó y el prófugo Leopoldo López del 30 de abril, lo que indicaría que el motín (para llamarlo de alguna forma) fue organizado para negociar con posiciones de mayor fuerza.
La socióloga Maryclén Stelling advierte que cuando el dialogo y la negociación constituyen una imperante necesidad, las redes sociales, devenidas en territorio afectivo, promueven sentimientos de aversión, repulsión o profunda antipatía hacia el adversario político, así como el deseo de dañarlo o destruirlo. En un país interpretado y vivido desde una perspectiva política polarizada y radicalizada, se impone el odio político hacia quienes tienen posiciones distintas.
Desde esa plataforma afectiva, se crean vínculos sociales, conexiones y formas de coexistencia en los que el odio integra y une más que el amor, el respeto, la comprensión, la amistad o los nexos familiares. Desde esa perversa dimensión afectiva se produce un deterioro del tejido social, se generan daños emocionales, psicológicos, morales y culturales. Fracturada la convivencia básica se estigmatiza la tolerancia, el entendimiento y el respeto al otro diferente; se castiga el disentimiento, se avala y se da puerta franca a la violencia sociopolítica, añade.
Opositores disparan contra Guaidó
Ni la oposición cree en la versión difundida por voceros y medios locales e internacionales de que el gobierno va a Oslo en estado agónico. En el sector más radicalizado de la oposición se alinean María Corina Machado, Antonio Ledezma y los blogueros radicados en Miami y Bogotá, que consideran que dialogar con alguien que está caído, es un auténtico contrasentido.
Antonio Ledezma, exalcalde metropolitano de Caracas, Antonio Ledezma, señaló que la verdadera oposición no está en el encuentro: “Lo que si representa para mal, es la traición a la confianza y a la palabra empeñada de quienes aseguraron que no eran viables más diálogos con el régimen. Allí, señor presidente Juan Guaidó, usted hizo lo que prometió no hacer y la historia lo juzgará por eso”.
“El voto de confianza se agotó. Antes me decían que él sabía lo que hacía, que me quedara tranquilo porque los EEUU dirigían sus movimientos. Ya quedó demostrado que eso no era verdad. EEUU está en contra de dialogar con criminales, lo han dicho importantes voceros de la administración Trump y representantes del partido Republicano. Lo de Luis Almagro, secretario general de la OEA resulta más elocuente: Noruega es un despropósito”, añadió el fugado a Madrid.
María Corina Machado, de Soy Venezuela, rechazó “de manera categórica esta iniciativa, pues se muestra como la trágica repetición de la experiencia de diálogos promovidos por el régimen dictatorial del hoy usurpador de los poderes del Estado venezolano. Nicolás Maduro Moros, en República Dominicana, a fin de prorrogar su satrapía y burlarse de la dignidad y el sentimiento democrático del pueblo venezolano”.
Los diálogos se dan cuando se tiene la fuerza y las armas para presionar y hacer cumplir lo que se acuerde (me imagino que es el “cese de la usurpación”); todos sabemos que los enviados por la fracción Guaidó no tienen la fuerza para hacer cumplir nada frente a esa potente organización criminal con la que supuestamente están “negociando” su salida, señaló Pablo Aure, de Compromiso Ciudadano.
Guaidó ya no es creíble para el conjunto de la oposición, mientras desde las bases chavistas se insta al gobierno de Maduro a realizar las rectificaciones necesarias y encontrar soluciones a la grave crisis económica, alimentaria, sanitaria, social, en medio de sanciones, bloqueos y pirateo de fondos y recursos venezolanos por parte de EEUU y sus aliados/cómplices.
*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)