El presidente de EEUU estará en Argentina para el 24 de marzo, en momentos en que se recupera para la memoria popular el oprobio del golpe genocida hace 40 años.
Muchos se preguntan el porqué de la visita y son variados los argumentos, aunque concentrados en el sustento de los intereses estratégicos de la potencia imperialista.
Sostienen algunos que se trata de compensar el encuentro con el gobierno de izquierda y revolucionario en Cuba, muy criticado por sectores de la ultra derecha de EEUU, y por eso, la visita a Macri, a quien imaginan la punta de lanza para contrarrestar el cambio político regional en curso en este comienzo del Siglo XXI.
También existen argumentos de lavada de cara de EEUU en su responsabilidad en el golpe y el acompañamiento a la Dictadura (1976-1983), los que se apoyan en las actitudes del gobierno Carter (1977-1981), omitiendo el papel de los gobiernos previos de Richard Nixon y Gerald Ford, especialmente el papel del Secretario de Estado, Henry Kissinger, Nobel de la Paz en 1973.
Este personaje fue clave en la promoción del golpe chileno de septiembre del 73, inaugurando el ensayo neoliberal extendido por las dictaduras del terrorismo de Estado en el Cono Sur y para la ejecución del Plan Cóndor. Fue una experiencia necesaria para instalar luego, con Thatcher y Reagan, ya en los ochenta del siglo pasado, esas políticas liberalizadoras en el capitalismo desarrollado y promoverlo en el ámbito mundial.
La pretensión apunta a diferenciar demócratas respecto de republicanos como si pudiera abstraerse el carácter de la Jefatura política de la principal potencia capitalista y su capacidad de intervención militar en todo el planeta. Vale recordar que la invasión a Cuba en Playa Girón en 1961 ocurrió bajo la presidencia demócrata de John Kennedy, responsable también por el envío de tropas militares a Vietnam y la autorización del uso de armas químicas.
Resulta necesario destacar, más allá de la alternancia entre demócratas o republicanos, los intereses permanentes de EEUU para afirmar la dominación estadounidense en el desarrollo del sistema capitalista mundial.
¿Cuáles son esos intereses en la Argentina actual?
Se trata de intereses comerciales, económicos y financieros muy concretos, sea las relaciones de intercambio (exportaciones e importaciones) crecientemente deficitarias para la Argentina desde el 2005; como el papel de las inversiones estadounidenses, una constante en expansión desde hace un siglo, y muy especialmente la proyección de la explotación de hidrocarburos no convencionales vía fracking con la punta de lanza del acuerdo secreto entre YPF y Chevron; pero también la negociación con los holdouts a instancias de la sentencia de la Justicia de Nueva York.
El déficit comercial de la Argentina para el 2015 alcanzó los 4.272,7 millones de dólares, con exportaciones desde nuestro país por 3.382,3 millones de dólares e importaciones provenientes desde EEUU por 7.655 millones de dólares. La tendencia de la década pasada fue la expansión del saldo favorable para EEUU, sobre la base de la disminución de las exportaciones argentinas y el crecimiento de las importaciones provenientes del país del norte. Este déficit exacerba la necesidad de divisas de la Argentina para cancelar saldos negativos del balance comercial.
Desde las inversiones externas hoy destaca el carácter estratégico de Monsanto y la inserción subordinada del complejo sojero local derivado del paquete tecnológico de la producción de transgénicos; y claro, sobresale el conflicto asociado al acuerdo secreto de YPF con Chevron. Este trato secreto responde a una política estratégica de EEUU, ya que bajo la administración Obama y en 2015, EEUU se convirtió nuevamente en el primer productor mundial de petróleo, superando a Arabia Saudita. La base de esa situación se explica en el fracking y la explotación de hidrocarburos no convencionales, por lo que resulta de interés de la política exterior estadounidense la evolución de las inversiones petroleras y su expansión desde Argentina al resto de Latinoamérica.
El conflicto con Fondos buitre y su tratamiento parlamentario en estos días está asociado a los ritmos impuestos por la Justicia de Nueva York al intento de acordar con holdouts y habilitar la reinserción de la Argentina en nuevas rondas de endeudamiento externo. El peso de Wall Street y la banca transnacional en la afirmación de la dependencia local al sistema mundial es clave para entender la lógica de amistad económica y política que busca el gobierno Macri con la gestión Obama.
Visitas y símbolos
En 100 días de gobierno Macri son constantes las señales de acercamiento al poder mundial del capitalismo contemporáneo. Resalta la presencia del Jefe del gobierno argentino en el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, cónclave del poder mundial del orden capitalista, como la presencia de visitantes de organismos internacionales y especialmente de Jefes de Estado de los principales países del capitalismo desarrollado. Ya pasaron por Buenos Aires el jefe del gobierno italiano, el francés y ahora el de EEUU.
Obama en la Argentina para el 40° aniversario del golpe de 1976 pretende disputar el sentido de una fecha emblemática en materia de derechos humanos, donde el papel de esa potencia está asociado a poderosos intereses económicos y a una estrategia de subordinación de la región a la política exterior definida en Washington.
La evidencia más concreta es la búsqueda del gobierno Macri en lograr acuerdos de libre comercio con EEUU y un papel más activo para llevar al país y la región al Tratado Transpacífico (TPP) en el que participan Chile, Perú, México, Canadá y EEUU por el continente, más Australia, Nueva Zelanda, Brunei, Japón, Malasia y Vietnam. El TPP es una estrategia de EEUU para aislar a China en su proyecto global y complementario del acuerdo comercial entre Europa y EEUU.
La operación “visita de Obama” supone una versión más prolija de las “relaciones carnales”, en una versión moderna de sometimiento que supone la continua prórroga de jurisdicción para contratos con inversores (nueva ley para el endeudamiento) y un programa acelerado de liberalización de la economía local vía suscripción de tratados de libre comercio, especialmente con EEUU y con los que éste país impulsa, caso del TPP.
En el marco de lo simbólico no es menor constatar que Obama asume en enero del 2009, momentos de auge del cambio político en la región (2005-2010) y despliegue recesivo de la crisis mundial originada en EEUU en 2007/08. Entre 2005 y 2010 se procesa el triunfo del No al ALCA y variadas novedades en los procesos de integración que involucran instancias de debate regional sin incluir a Norteamérica (base de lo que luego sería CELAC), e incluso formulaciones por una nueva arquitectura financiera (aun constituye una asignatura pendiente). A posteriori se desplegó una fuerte iniciativa política para contrarrestar el proceso de cambio en una lógica de pretendida reversión y reinstalación de la hegemonía imperante en los 90, por la liberalización económica y la subordinación regional a la estrategia exterior de EEUU.
Las situaciones del cambio de gobierno en Argentina, la modificación de la hegemonía parlamentaria en Venezuela y el resultado en el plebiscito boliviano, ocurridos entre diciembre y febrero pasado, anima a las clases dominantes en la región para reinstalar la ofensiva liberalizadora y pro capitalista. Nada mejor que la bendición de Obama, que en enero del 2015 consideró a Venezuela como una amenaza para la seguridad nacional de EEUU y privilegia en su paso por Argentina la lucha contra el narcotráfico y el papel de sus agencias especializadas, caso de la DEA.
Puede afirmarse que la continuidad de la crisis mundial y de la propia situación de EEUU requiere del reordenamiento político y la subordinación de los gobiernos en la región. Los desafíos a la dominación mundial demandan para la política exterior desde Washington cerrar filas en las adhesiones en nuestros países, por eso los elogios al nuevo gobierno y de éste para con los dirigentes de los principales países capitalistas, especialmente Obama.
Buenos Aires, 18 de marzo de 2016
- Julio C. Gambina es Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP
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