Las plataformas digitales, que se promocionaron inicialmente como la posibilidad de ampliar las voces y superar las limitaciones físicas y geográficas de la comunicación analógica, se han vuelto murallas infranqueables, cuyas llaves se encuentran en manos de un puñado de corporaciones.
La comunicación se halla ante el difícil dilema de someterse a estas lógicas mercantiles o de optar por migrar hacia espacios alternativos más libres pero hoy aún relativamente marginales.